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Los tutores de UNED Julio Prada y Concepción Álvarez publican el estudio "Derechas, República y elecciones. Ourense 1931-1936"

23 de octubre de 2019

Ambos investigadores analizan las diferentes sensibilidades conservadoras que obtuvieron algunos de los mejores resultados en el conjunto del Estado durante la Segunda República

OURENSE, 23 de octubre de 2019.- Los historiadores ourensanos, Julio Prada Rodríguez y María Concepción Álvarez Gómez (en la imagen) el primero profesor titular de Historia Contemporánea en la Uvigo y profesor tutor en la UNED de Ourense y la segunda profesora tutora y secretaria de UNED Ourense, tienen nueva investigación en las librerías. La editorial Catarata les acaba de editar el libro Derechas, República y elecciones. Ourense, 1931-1936. En este trabajo ambos autores analizan el papel de las derechas entre la crisis de la Restauración y los estertores de la Dictadura de Primo de Rivera, deteniéndose en los monárquicos dinásticos, en los sectores carlistas y los orígenes del calvosotelismo así como en las derechas ante la celebración de elecciones el 12 de abril de 1931.

Otro aspecto tratado con detalle en este libro son las elecciones a Cortes Constituyentes y el Primer Bienio Republicano. En este capítulo Prada y Álvarez estudian las derechas en la encrucijada republicana así como las citadas elecciones fijándose en el comportamiento de los sectores católicos y estudiando además tanto el carlismo como el calvosotelismo durante este período de nuestra historia.

Prosigue la investigación de ambos historiadores con el estudio de las derechas lanzadas a la conquista del poder, y ahí nos muestran cómo se organizan, qué pasa en las elecciones de noviembre de 1933, el apogeo católico y las disensiones internas que surgieron en el seno del carlismo.

Este libro centrado en las derechas en Ourense tiene un hueco para analizar la etapa del Frente Popular, con la formación de la candidatura derechista, el triunfo electoral de las derechas y la radicalización del proyecto japista con la deriva autoritaria de los calvosotelistas y de los carlistas.

Las elecciones del 12 de abril de 1931 y la consiguiente proclamación de la Segunda República provocó un entusiasmo al que ni Galicia ni Ourense fueron ajenos. Bien es cierto que este proyecto democratizador, como explican Prada y Álvarez, por sus límites y dificultades, pronto generaría debates que “no tardarían en manifestarse”. El advenimiento de la Segunda República hizo que los conservadores ourensanos tuviesen que competir en un escenario político distinto al que había antes de producirse el golpe de Estado de Primo de Rivera. “Las redes clientelares preexistentes no fueron extirpadas de raíz”, señalan los autores. Así, unas permanecieron a la espera, otras se reconvirtieron y acomodaron en el poder local o en los instrumentos de apoyo a la dictadura. Aún hubo otras redes clientelares que dejaron de actuar en el campo político.

Prada y Álvarez señalan que con la llegada de la “segunda dictadura” de Berenguer y Aznar, aquellas redes clientelares que supieron esperar, recuperaron protagonismo, y en el caso concreto de Ourense debido a la influencia ejercida por el conde de Bugallal. Ciertamente en al año 1930 no existía una única derecha. “La liberal, que había florecido en los tiempos de la Restauración, debía competir con la derecha autoritaria y corporativista encumbrada por la dictadura”, señalan los investigadores. Esta última también contaba con su propia estructura clientelar”.

Fue una sorpresa que con la llegada de la Segunda República “saltase por los aires, de un día para otro, todo el entramado que soportaba y a la vez explicaba el mantenimiento de esta estructura clientelar”. Así, los cambios legales y constitucionales tenían que ponerse por encima y “convivir y complementarse con toda esa estructura heredada de la que se nutría el caciquismo”. En Ourense, explican ambos investigadores, se dio la fuerza alcanzada por un sector de las múltiples derechas, el que reconocía como jefe de filas a José Calvo Sotelo. Los beneficios de su gestión ministerial y la del Directorio reportaron a la provincia ourensana varias mejoras sociales, además de una fuerte red de relaciones personales, que derivó en apoyos que a su vez le llevaron a tener un acta en las constituyentes de 1931, en las que no pudo tomar posesión.

Prada y Álvarez señalan como también la Comunión Tradicionalista (CT) tenía una importante tradición en tierras ourensanas. En ella estaba una parte del clero, incluidos algunos canónigos de la catedral, “algún sacerdote con limitado acceso a la intimidad del obispo”, profesionales liberales sin olvidar a obreros católicos. Según los autores, se parecía más a una secta por la excesiva endogamia. Hasta 1933 sus integrantes permanecieron unidos a pesar de sus diferencias en torno a la sucesión de Alfonso Carlos de Borbón. Sería más adelante, cuando bse sumaron “los progresos en la organización de alfonsinos y católicos fieles a Gil Robles, la aparición de los primeros gromos fascistas, que más adelante cuajarían en la formación de FE de las JONS, y el debate alrededor de las tácticas de acción política, la ruptura se hizo inevitable”. El grupo legitimista que había mantenido el ímpetu del carlismo histórico, quedó en minoría. De sus secciones solo los Requetés tuvieron un importante eco social, “más que nada por su contribución a la dinámica de la violencia en las calles en colaboración con Falange y algunos jóvenes fascistizados que habían abandonado las Juventudes de Acción Popular”. La Comunión Tradicionalista se ubicó en primera línea con la conspiración militar.

Julio Prada y María Concepción Álvarez indican en este trabajo que las dificultades del proyecto social católico para iniciar su despegue en Ourense muestran el desconcierto de este sector debido a la proclamación de la República y “sobre todo, de la propia fortaleza del calvosotelismo”. La Iglesia apostó por el proyecto de Acción Popular, aunque no a  todo el clero ourensano lesatisfizo. Tras el fracaso electoral de 1931 hubo captación de las élites locales por este sector utilizando como argumentario el interés de conservación social, en el que se incluía desde la defensa de la religión, el orden y la propiedad hasta el mantenimiento de los privilegios económicos de esas mismas élites.

Prada y Álvarez manifiestan que en el período analizado, las diversas sensibilidades conservadoras consiguieron en la circunscripción ourensana “alguno de sus mejores resultados en el conjunto del Estado”. Pero ese sector amplio operó de diferentes  maneras, con diversas tácticas, y a pesar de ello concertaron acuerdos electorales que les permitieron colocar a sus más destacados representantes en las Cortes.

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