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"El fascismo en Galicia. De los orígenes al Derecho de Unificación", nuevo libro del profesor tutor Julio Prada

11 de enero de 2024

El catedrático de Historia Contemporánea intenta responder tres cuestiones: quiénes fueron los falangistas, por qué se convirtieron en falangistas y qué hicieron en condición de tales.

OURENSE, 11 de enero de 2024. El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Vigo y tutor del Centro Asociado a la UNED en Ourense, Julio Prada Rodríguez cuenta con un nuevo libro Se trata de El fascismo en Galicia. De los orígenes al Derecho de Unificación, editado por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, en Madrid. Como señala el autor, los análisis sobre el fascismo en general "estuvieron marcados durante décadas por la divisoria militante fascismo vs. antifascismo, a lo que en el caso español habría que sumar su relación con la, en su momento debatida, cuestión de la naturaleza del régimen franquista. Este hecho, unido a la progresiva degeneración a la que se ha visto sometido el concepto de fascismo, contribuyó a la proliferación de estudios en los que determinados aspectos particularmente incómodos resultaban orillados en aras de la construcción de un relato compatible con la realidad política y social deseada, lo que a su vez acentuó la propensión a seleccionar de forma preferente los hechos que mejor se acomodasen a dicha narrativa y a interpretarlos conforme a aquella". De este modo, indica Prada Rodríguez, "el presente imaginado tendía a convertirse en el árbitro supremo para enjuiciar lo que había ocurrido en realidad y, sobre todo, a la hora de construir una determinada hermenéutica que, en ocasiones, estaba más guiada por la pretensión de ganar en el pasado las batallas perdidas o no entabladas en el presente".

"La escasez de fuentes para el período anterior a la sublevación militar acabó por reforzar esta tendencia. Al igual que la contrastada inclinación de quienes se identificaron objetivamente con el fascismo y de quienes solo pretendían simularlo a (re)construir sus propias experiencias vitales para disfrutar de los beneficios y provechos de la victoria. El abrumador peso de estos últimos en los miles de informes de conducta, pliegos de descargo y hojas de servicio redactadas en tono heroico con la esperanza de obtener el más variado repertorio de recompensas y prebendas o el preciado aval, dificulta en sobremanera ofrecer una lectura lo más ecuánime posible de tales recorridos", asegura el autor de esta monografía.

A esto pretende dar respuesta este libro, en el que el doctor Julio Prada Rodríguez, repasa la trayectoria de los diferentes núcleos fascistas, desde los primeros conatos vinculados a La Conquista del Estado hasta la creación de FET y de las JONS. Partiendo del relato de su evolución a lo largo del agitado sexenio que separa el surgimiento de aquellos y la entrada en vigor del Decreto de Unificación, el autor pasa revista a alguna de las cuestiones más controvertidas, en particular las relacionadas con la violencia política durante la Segunda República, la composición sociológica de los seguidores de las diferentes formaciones fascistas y los intereses a los que servían, la implicación de afiliados y simpatizantes en la conspiración militar, las tensiones entre discurso y praxis, los elementos referenciales de la comunidad falangista o su papel en la movilización bélica y el control de la retaguardia durante el período álgido de la represión.

Para ello, este historiador recurre a un amplio elenco de fuentes, que van desde las memorias y testimonios orales de los protagonistas a la abundante prensa regional, pasando por la documentación procedente de archivos privados y públicos, en particular los de origen militar que son los que, en última instancia, permiten responder a las cuestiones esenciales que se plantean en esta exhaustiva investigación: quiénes fueron los falangistas, por qué se convirtieron en falangistas y qué hicieron como tales falangistas. También se presta especial atención al proceso que conduce a la creación de un partido de masas en el contexto de la guerra civil, en el cual van a confluir las diferentes tradiciones contrarrevolucionarias y reaccionarias hispanas que venían de muy atrás. "En este contexto, el trabajo de J. Prada permite documentar cómo la demagogia populista y radical de los primeros tiempos fue administrada con gran habilidad por los militares golpistas para no generar 'divisiones internas' y, al mismo tiempo, beneficiarse del potencial movilizador de la Falange. Esto explicaría por qué la anunciada 'revolución nacionalsindicalista' acabó por desembocar en una sempiterna 'revolución pendiente', muy útil a la hora de conjugar una retórica incendiaria y subversiva con una praxis reaccionaria y antirrevolucionaria de la que aún participaban con más entusiasmo otros actores no menos decisivos y desde siempre vinculados al statu quo, caso del Ejército o la Iglesia".

Las escasas simpatías hacia el nacionalsindicalismo de ambas entidades y su enorme capacidad de influencia restaron capacidad de maniobra a los falangistas, pero aun así el Nuevo Estado "asumió algunos elementos característicos del fascismo —y no sólo los puramente formales—, pero que no era tan fascista como pretendían aquellos. Pactar con el establishment para asegurar la victoria y más tarde participar en su administración en los distintos niveles del poder, aceptando con mayor o menor disgusto una forzada unificación con los carlistas, era a todo lo más que podía aspirar un movimiento cuya carencia de empuje para la conquista en solitario del Estado le había llevado a embarcarse en una operación que acabó adquiriendo un inequívoco signo antirrevolucionario, conservador y reaccionario".

Una de las grandes aportaciones del libro es que viene a demostrar que la alianza entre esos sectores "no surge de la degeneración del golpe en guerra civil, sino que es el resultado de un proceso dinámico, iniciado con anterioridad". Como señala el autor, "pareciera que nuestro particular fascismo —o, si se prefiere, el modo en que trató de implementarse el fascismo en algunos puntos de Galicia— quisiera adaptar determinados aspectos de su praxis para no resultar en exceso incómodo a los ojos de los grupos dirigentes tradicionales. De hecho, como apunta aquel, las élites locales tradicionales siempre habían destacado por su carácter retrógrado y poco inclinado a propuestas radicalmente modernizadoras que fuesen más allá de lo retórico, y otro tanto habían hecho aquellos sectores de las clases medias para los cuales lo esencial era la salvaguarda de esos valores constitutivos del orden social amenazado. Esta defensa fijaba con claridad los límites de esa pretendida revolución también para sus descendientes, a los que el fascismo permitía armonizar sus intereses de clase con la transgresión asociada a lo moderno y la posibilidad de sentirse parte activa en el diseño de un proyecto político de futuro. Pero lo cierto es que, incluso antes de la sublevación militar, no mostraron excesiva predisposición a ir mucho más allá del recurso a la escenografía propia del movimiento y la gestión de la violencia callejera, claramente orientada a generar una situación de desorden que crease las condiciones necesarias para la aceptación de la intervención de un estamento con tan pocas pretensiones de subvertir el orden tradicional como el Ejército".

De esta estrategia, afirma el doctor Prada Rodríguez, "también participaron otras fuerzas con aspiraciones de encuadrar a la juventud, como tradicionalistas y japistas, cuyas organizaciones matrices tampoco habían destacado por su vocación revolucionaria, pero que en muchos aspectos se hallaban en franco proceso de fascistización o, si se quiere, de algo que iba más allá de una mera confluencia táctica con el falangismo". Esto último, a juicio del autor de la investigación, "venía a poner de manifiesto la capacidad de atracción y de integración que tenía el fascismo sobre otras fuerzas reaccionarias/contrarrevolucionarias, bien es verdad que una vez que estas se habían mostrado incapaces de salvaguardar sus propios intereses por las vías tradicionales. Lo ocurrido durante la etapa del Frente Popular y, sobre todo, en la guerra civil acabaría por erigirse en el principal aglutinante de reacción y contrarrevolución, pero el resultado final se entiende mucho mejor si se lo contempla a la luz de los marcos de fascistización previos. Unos marcos que sobrepasaban los estrechos límites de los partidos para proyectarse sobre espacios sociales en los que concepciones diversas eran, sin embargo, susceptibles de reconocerse en una serie de elementos comunes capaces de funcionar como engarce de tradiciones plurales, pero no antagónicas".

Operación restauradora

La derivada de este proceso no se tradujo, a tenor de la tesis que se sostiene en este trabajo, "en una mera operación restauradora. Y no sólo porque hubiese sido necesario reservar algunas parcelas de poder para aquellos latecomers a los que era necesario retribuir por su contribución a la victoria. Lo que comienza a intuirse desde la fase del golpe de Estado y despunta a lo largo de la guerra civil y tras la victoria del bando franquista es algo diferente a lo existente con anterioridad". No podía ser de otro modo porque, como apunta Julio Prada, tras el golpe de Estado y la guerra civil, "tampoco podían ser idénticos los paradigmas sociales y culturales, el orden político y las bases de legitimación de lo que emerge de los campos de batalla. Sin duda las masas que empiezan a desembarcar en Falange en los meses previos al golpe de Estado no tienen exactamente la misma procedencia, análoga formación política ni idéntica visión futura del Estado, pero tampoco lo es la perspectiva de los sectores reaccionarios que le prestan su apoyo".

¿Reaccionarismo nacionalista inserido en lo que pretendió ser la gran revolución fascista?, se pregunta el autor, para responder en sentido afirmativo, no sin matizar que "para quienes optaron —o se vieron obligados a optar— por dicha fórmula, aquel fascismo y el fascismo resultante tendrían que alejarse, y mucho, de la pretendida revolución nacionalsindicalista".

Como recuerda Prada, el propio José Antonio Primo de Rivera había manifestado que «A toda la organización de Galicia le hace falta una unificación de pensamiento y de estilo», confiando, quizá, en que un mero cambio de dirigentes sería capaz de imprimírsela. Pero para ello, primero, como se demuestra en la obra, "hubiera sido necesario que la totalidad de sus dirigentes provinciales y locales y sus bases hubiesen creído realmente en la revolución que predicaban y, después, que hubieran podido hacerla posible. Siendo algo más que dudoso que todos coincidiesen en lo primero y debiendo acudir a otras entidades —el Ejército y la Iglesia, en lo fundamental— para rellenar los huecos que el potencial integrador de la nación no alcanzaba a colmar, se entiende mejor que las camisas azules —'nuevas' y 'viejas'—, además de cubrir los ardorosos pechos de la juventud lanzada a la reconquista de la Patria con el ideal nacionalsindicalista como divisa, acabasen sirviendo de rebujo a las fuerzas tradicionales para que estas consumasen la misión histórica que el partido no había podido lograr por sí solo. Eso sí —como concluye el autor—, aunque lo nuevo distase mucho de ser lo mismo que lo antiguo y hubiera sido preciso conciliar sensibilidades internas muy diferentes en aras de un proyecto de integración que garantizase lo esencial de lo que unas y otras perseguían".

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