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Julio Prada analizó en Zaragoza la violencia de carácter sexual contra la mujer en el franquismo 

18 de febrero de 2019

El profesor tutor de la UNED advierte que a lo largo de la historia esta violencia “se inserta en unos patrones de naturaleza cultural vinculados al patriarcado que las sitúan en posición de franca desprotección, en especial en el marco de conflictos armados de orden interno” 

OURENSE, 18 de febrero de 2019.- El coordinador Académico, y profesor tutor de la UNED como de la Uvigo, Julio Prada, ha participado en un encuentro que con el título Mujeres, género y violencia en la Guerra Civil y la Dictadura de Franco, se celebró en Zaragoza. El investigador ourensano, que hoy es uno de los especialistas más reconocidos en España en lo que a la represión del franquismo se refiere, mostró una ponencia bajo el título: Me pusieron tan bonita que tengo que enseñarme…Víctimas, cómplices y verdugos de la represión sexuada en la retaguardia franquista.

El doctor Prada señala que la escasez de fuentes primarias de carácter escrito que permitan abordar todos los aspectos relativos a determinadas formas de represión sexuada padecidas por las mujeres “nos obliga a recurrir a unos relatos (re)construidos mucho tiempo después de acaecidos los hechos que se rememoran”. Por ello, señaló que  en los últimos lustros, el desbordamiento de la memoria ha venido acompañado “de un renovado afán por dar voz a las víctimas directas de aquellos episodios, pero también, debido a la inevitabilidad del ‘hecho biológico’, a quienes no lo experimentaron ni lo vivieron en primera persona sino a través de las evocaciones de las damnificadas o de quienes aseguraban haber estado presentes en el drama”. Según el investigador ourensano, “nos vemos abocados, en consecuencia, a hacer uso de unas narrativas dinámicas, vivas, en permanente proceso de (re)elaboración como consecuencia de la necesidad de acomodarse a cada uno de los presentes que se han sucedido desde 1936”.  Son unos relatos, indica Prada, que pugnan por unir un pasado “que no acaba de pasar y un presente que proyecta sus propios valores sobre aquel mediante un proceso bidireccional que, ante todo, es expresión de la necesidad que tienen las diferentes memorias transgeneracionales que conviven en un mismo tiempo y espacio de encontrar respuesta a interrogantes que son a la vez pretéritos y actuales”. Determinados aspectos relacionados con la liturgia del rapado femenino abordados por Julio Prada en esta intervención que tuvo en la capital aragonesa constituyen un buen ejemplo de esas preguntas de doble recorrido que, como dice su autor, deben ser respondidas a través del diálogo “entre la pluralidad de tiempos que evoca la coexistencia de diferentes cohortes en pugna por construir un relato colectivo que no solo resulte verosímil sino también reconocible para todas ellas”.

Es por ello que el ponente insiste en advertir que a lo largo de la historia la violencia sobre las mujeres, especialmente la de carácter sexual, “se inserta en unos patrones de naturaleza cultural vinculados al patriarcado que las sitúan en posición de franca desprotección, en especial en el marco de conflictos armados de orden interno”. Desde un punto de vista cultural, señala Prada,  “una cabeza femenina rapada puede tener su origen en la adaptación a un canon de belleza vigente, a un ritual funerario o a una manifestación de devoción. Pero donde no existe una normalización ni una moralización social del rapado, este suele ir vinculado a un acto de transgresión, tanto cuando se aplica como castigo a la ‘desviada’ —ya sea la adúltera, la ‘roja’, la madre, la hermana o la mujer ‘de rojo’ o la ‘colaboracionista’— como cuando es la propia mujer la que lo realiza sobre sí misma de forma voluntaria, subvirtiendo así la idea tradicional y patriarcal sobre su feminización”.

  “Sin embargo, esa violencia, ya sea caracterizada en los términos propuestos por las organizaciones internacionales o los colectivos de mujeres feministas actuales o entendida al modo en que pudiera representarse a la altura de los años treinta o cuarenta, no puede ser aprehendida únicamente bajo el prisma cultural del patriarcado, por muy heteróclito que sea el conjunto de las castigadas”, manifiesta  Julio Prada. Por el contrario, debe situarse también, y principalmente “en el contexto de las dinámicas sociopolíticas y culturales generadas por el golpe de Estado, en particular en el de la construcción de la categoría de roja/mujer de rojo. Solo así se alcanza a situar el castigo dentro de un proyecto global de rehabilitación de las desviadas que persigue la imposición de un determinado prototipo de mujer para el cual es preciso la desintegración de la personalidad de las transgresoras como paso previo a la redención y que al mismo tiempo procura el reforzamiento de las identidades de los perpetradores y de quienes participan en el mismo involucrándolos en la estigmatización del otro como contraposición al nosotros”. Como puntualiza el investigador y profesor de la UNED, “solo participando de este doble marco interpretativo se puede situar en su justo término el papel desempeñado por víctimas, espectadores, cómplices y verdugos de una práctica represiva cuyas esencias nos sitúan ante un rito de exclusión social de naturaleza colectiva, que además de su vertiente simbólica tiene también una nítida dimensión política”.

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