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La adhesión de España, Portugal y Grecia a la CEE centró las primeras sesiones de las Jornadas "Europa y las transiciones ibéricas" organizadas por la UNED y la Uvigo

9 de marzo de 2020

La decana de Historia de la Uvigo, Susana Reboreda, agradeció la colaboración veterana de la UNED y su director, Jesús Manuel García, animó a investigar y a seguir creciendo intelectualmente "lejos de pareceres, impresiones, verdades alternativas y otras zarandajas que en un océano de confusión suprema nos llevan como sociedad al delirio más insoportable"

OURENSE, 9 de marzo de 2020.- La UNED y la Uvigo inauguraron en la tarde de este lunes las Jornadas de Historia Contemporánea y del tiempo presente este año dedicadas a Europa y las transiciones ibéricas. En el acto de apertura estaban la decana de la Facultad de Historia de la Universidad de Vigo, Susana Reboreda Morillo y el director de la sede de la Universidad Nacional de Educación a Distancia en Ourense, Jesús Manuel García Díaz, además del director de las jornadas, Julio Prada Rodríguez.

El director de la UNED celebró la veterana colaboración que en estas jornadas se prestan ambas universidades presentes en Ourense, “una colaboración que se mantiene y mantendrá”, señaló García Díaz. Al igual que el año pasado, el director de la UNED no dejó de mencionar la preocupación que representa el mundo posmoderno con el adiós a la verdad y la primacía de las interpretaciones: “Así pues, busquemos siempre la verdad, los hechos, el dato, a pesar de la tormenta, porque estamos en la Universidad. Chomski diría que el investigador científico es guardián de la verdad, posición desde la que puede juzgar las mentiras de los demás. No fabrica una verdad alternativa,  una posverdad, como en el caso Trump. Tenemos por delante unas horas para descubrir hechos de nuestro pasado reciente que nos darán luz sobre la época estudiada. Luz para seguir avanzando, conociendo, en definitiva, creciendo intelectualmente lejos de pareceres, impresiones, verdades alternativas y otras zarandajas que en un océano de confusión suprema nos llevan como sociedad al delirio más insoportable. Sapere aude!”, les dijo, animándolos a saber.

Susana Reboreda agradeció la asistencia del público, formado preferentemente por alumnos de Historia, unos ochenta. “Estas actividades vos fornecen no voso coñecemento”, les dijo, recordándoles que este tipo de jornadas les brindan otra perspectiva diferente a la ordinaria con los manuales habituales, además de “poder atisbar parte desa investigación” llevada a cabo por los ponentes, todos ellos reconocidos historiadores. Reboreda agradeció el trabajo de la organización así como la colaboración de la UNED, que se mantiene en esta cita desde hace doce años. El director de las jornadas, Julio Prada Rodríguez, también agradeció la matriculación de tantos estudiantes en esta propuesta que cuenta con una veteranía de doce años, tiempo en el que pasaron de denominarse Jornadas de Historiografía y Mundo Actual a llamarse Jornadas de Historia Contemporánea y del tiempo presente.

Abrió el programa de conferencias Ángeles González Fernández, catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla. Su tema de disertación se titula: La extraña pareja, Portugal y España en el proceso negociador a la CEE. La ponente contó la desconfianza mutua reinante tanto en España como en Portugal, lo que hizo que este último país mirase más hacia afuera por un temor a ser diluido en España. Y en España la élite mostraba desdén hacia el país vecino.

Tras la firma de los Tratados de Roma en 1957, en el año 1962 razones económicas, señaló González Fernández, impulsaron a España y a Portugal a buscar por separado un acercamiento a la CEE. El Informe Biekenbach, de aquel año, establecía que una condición indispensable para ingresar era tener un régimen democrático. Ambos países seguirían caminos bifurcados, pues mientras Portugal miraba a sus colonias ello contrasta con la apertura de España al mundo a partir de 1957, con la llegada de los tecnócratas.

Con la enfermedad grave y muerte de Salazar, en 170 le sucede al frente del Consejo de Ministros Marcelino Caetano, que ocupará el puesto desde 1968 hasta 1974. “Caetano admiraba a los tecnócratas españoles, era amigo de Laureano López Rodó” y en su país aparecerá una joven generación de tecnócratas.

En 1970 hubo un intento de acercamiento entre ambos países para establecer una zona libre de cambio en la Península. Portugal firmó con la CEE un acuerdo de libre comercio y en la Cumbre de parís se aprobó la llamada Política Global Mediterránea, cuyo problema, dijo la ponente, era que concebía el Mediterráneo como un todo único sin atender a las particularidades, por lo que perdió viabilidad en 1974. Ese fue el año de la Revolución de los Claveles, sobre la que Mario Soares había dicho algo pero no le creyeron. De ahí que dicha revolución pillase por sorpresa a la diplomacia norteamericana y europea.

El 24 de julio de 1974 se produjo en Grecia el colapso de la dictadura de los coroneles, acontecimientos ambos percibidos en Bruselas con preocupación. Se abría la posibilidad de aumentar el número de estados miembros de la CEE, pero esta vivía un momento delicado por la crisis del petróleo y por las maniobras británicas para que se negociara su tratado de adhesión.

Atenas pidió en junio de 1975 ingresar en la CEE. Portugal estaba disfrutando de su Verano Caliente tras la revolución y la CEE era para el país un tema secundario.

En enero de 1976 la CEE propuso la preadhesión de Grecia y en julio se produjo el inicio formal de negociación entre Atenas y Bruselas. En marzo de ese año, en Portugal Mario Soares participa en la Cumbre de Oporto de partidos socialistas “y deja atrás su postura neutralista y tercermundista en las relaciones internacionales”, expuso Ángeles González. Portugal accedería a la adhesión con el objetivo de adelantarse a España y viajará por las capitales europeas pidiendo activar las negociaciones y evitar el emparejamiento con España. La CEE respondió a Lisboa. Lo cierto es, según dijo la ponente, que la adhesión de Portugal no entusiasmaba a Bruselas, que le ofrece un estatuto intermedio entre asociado y adherido. Portugal respondió que o todo o nada, lo que hizo que Bruselas plantease la estrategia a seguir. Jenkins, presidente de la Comisión Europea, hablaba del contexto ibérico, fórmula para aludir a que toda oferta realizada a Portugal debía ser extensiva a España, en su momento. Se argumentaba que Portugal y Grecia no tendrían que suponer un problema dada su poca población, menos que España. Atenas consideraba que un estado asociado supondría la estabilidad de la democracia ante el crecimiento de las izquierdas. En mayo de 1977 se dio prioridad a la entrada de Grecia. En aquel entonces desde Lisboa se argumentaba que España todavía no era una democracia, por lo que se consideraba la inconveniencia de una iberianización del proceso.

Por otro lado, España disponía de una administración muy profesionalizada. En julio de 1977 se produjo el traslado a Bruselas de la solicitud formal de adhesión. Las ventajas para España, como señaló la ponente, eran la lentitud de las negociaciones de Bruselas con Atenas, la severa crisis económica que vivía Portugal, la inestabilidad política de Lisboa y la plantilla administrativa española que era muy profesional.

Madrid estableció una estrategia que consistió en el acercamiento a Lisboa para preparar una negociación conjunta. Así Adolfo Suárez visitaba en 1976 a Mario Soares y en noviembre de 1977 quedaba rubricado el Tratado de Amistad y Cooperación entre ambos países.

Todo ello produjo reacciones. Lisboa rechazaba una sincronización del calendario de admisión con otro candidato. Hubo un acercamiento de Lisboa hacia Atenas con el objetivo de no sincronizar la negociación con España. Por otra parte, en Grecia había presiones para ingresar en la CEE. Todo ello era visto con reserva y alarma desde Madrid ante el hecho de que una entrada de Grecia facilitase la de Portugal obstaculizando la de España.

A finales de 1978 el Consejo de Ministros de la CEE aprobó el parecer de la Comisión para la adhesión española. En la primavera de 1979 Francia osbtruyó la negociación de España por lo que a esta no le quedó otra opción que practicar la política del esperar y ver. Corría 1980 y el presidente galo, Valéry Giscard d'Estaing ofreció un discurso en el que reclamaba una revisión de la Política Agraria Común. A Francia le preocupaba España por su nivel, que era mayor que el de los otros dos candidatos.

En 1983 Felipe González y Mario Soares coincidieron en tener una reunión conjunta y redactar una carta a Bruselas. Dos años más tarde fue firmado el Tratado de Adhesión de España el 12 de junio de 1985 en el Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid para entrar en vigor el 1 de enero de 1986. Esta incorporación se realizó al mismo tiempo que la de Portugal.

Los actores regionales y locales

Por su parte, el profesor Luis Domíguez Castro, señaló que los gobiernos no centrales de España y Portugal aprovecharon las ventanas de oportunidad política de la emergencia regional, la llegada de la democracia y la adhesión a las Comunidades Europeas para desarrollar “una interesante paradiplomacia de resultados desiguales, y siempre condicionada por la actuación y las competencias de los gobiernos nacionales. Galicia y Norte de Portugal, con sus ‘cumbres regionales gallaecienses’ emulando a las cumbres ibéricas, a principios de los ochenta, marcaron la pauta”. Extremadura, Castilla y León, Alentejo y la región Centro de Portugal también tuvieron su dinamismo _explicó Domínguez- pero no antes de 1990. Los municipios, los empresarios y las universidades también participaron de esta paradiplomacia transfronteriza.

 El ponente señaló, además, que el proceso de integración europea “fue pilotado por los Estados-Nación, desde sus orígenes hasta el presente. Esto es un hecho históricamente incuestionable. No obstante, también lo es que los gobiernos no centrales, sean de ámbito regional o municipal, han estado presentes en el proceso con mayor o menor intensidad según el marco competencial de los diferentes Estados-Nación que fueron conformando las Comunidades Europeas”. España y Portugal vivieron procesos paralelos de aproximación y adhesión a la unificación europea, derivados de su tardía incorporación como consecuencia de sus respectivos regímenes políticos, incompatibles con los valores inspiradores de las Comunidades hasta los coetáneos procesos de transición democrática vividos en los dos Estados ibéricos.

Luis Domínguez resalta tres ventanas de oportunidad política que permiten entender mejor el papel de los actores regionales y locales de España y Portugal en los años previos e inmediatamente posteriores a la adhesión a las Comunidades Europeas: “la emergencia de los poderes regionales, la aproximación a Europa y la construcción de un espacio público democrático en ambos países”.

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