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UNED y Uvigo analizan conjuntamente la historia social

8 de marzo de 2021

Se están celebrando en Ourense las Jornadas de Historia Contemporánea y del Tiempo Presente para "facilitar o coñecemento, outras perspectivas, outras metodoloxías", según Susana Reboreda, decana de Historia de Uvigo, "buscando el dato que refute habladurías, veletas que giran con el viento de la postmodernidad", dijo Jesús Manuel García, director de UNED Ourense. Las jornadas "pretenden repasar algunas aportaciones de la historia social", dijo su director, Julio Prada.

OURENSE, 8 de marzo de 2021.-Con doscientos participantes se han inaugurado hoy las Jornadas de Historia Contemporánea y del Tiempo Presente. «Sociología e Historia: ambigüedades, modelos y paradigmas», que este año se celebran en modo virtual y que están organizadas por UNED Ourense y la Facultad de Historia de la Uvigo. La decana de la Facultad de Historia de la Uvigo, doctora Susana Reboreda, agradeció la colaboración del Centro Asociado de UNED Ourense así como la de los ponentes y la presencia de los matriculados. Recordó que este año la situación de la pandemia obliga a celebrar por vez primera estas jornadas virtualmente y que su objetivo no es otro que “facilitar o coñecemento, outras perspectivas, outras metodoloxías”.

El director de UNED Ourense, doctor  Jesús Manuel García, destacó la colaboración, desde hace años, de la UNED a través de su Centro Asociado en Ourense, con otras instituciones, entre ellas, la Universidad de Vigo, “con la que nos une una relación de amistad ya veterana” siendo uno ejemplo patente la organización de estas Jornadas. Señaló García que el programa de este año “se nos presenta sugerente e interesante. En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial comenzó a tomar ímpetu la historia socioeconómica y la explicación histórica basada en el estudio de las fuerzas sociales. Surgieron así corrientes historiográficas influyentes en Occidente y también en Oriente”. “La historia social, nos dice Natalie Zemon, lo es también cultural. La historia social clásica mantiene vínculos con la sociología y con la economía mientras que la nueva historia social parece relacionarse más con la antropología y la literatura. Esa nueva historia social trata de detectar agrupamientos de diversa índole, pregunta cómo se forman. Interpreta las relaciones como procesos de dominación, resistencia, rivalidad y complicidad de poder e íntimos. Hablando de resistencia me acuerdo del Proyecto Baviera con Martin Broszat, que puso el acento en el impacto del régimen nazi en todas las áreas de la vida cotidiana. Y Broszat introdujo el concepto de resistencia, que implicó un amplio debate, por otra parte”. El director de UNED Ourense expuso en la presentación de estas Jornadas que  “a menudo historia y sociología se reúnen, se identifican y  confunden porque de un lado hay imperialismo, una hinchazón de la historia y por otra, una identidad de naturaleza: historia y sociología son, según este autor, las únicas ciencias globales que pueden extender su curiosidad a cualquier aspecto de lo social, citando a Fernando Braudel”.

“Vuelve, parafraseando a Stone, la narrativa, que anuncia el fin de una época para dar paso a las circunstancias que rodean al hombre, y aparece así el campo económico, el demográfico; se va hacia lo cultural y afectivo, se va de la mano de la sociología, de la antropología, se transita desde los modelos estratificados y desde lo unicasual a lo comunicante y multicasual, de la cuantificación del grupo a lo individual; de lo analítico a lo descriptivo y de lo científico a lo literario”. 

Jesús Manuel García desea que estas jornadas sirvan “para contagiar a todos el gusto por conocer nuestra historia, por investigarla y entenderla, disfrutando siempre. Buscando el dato, el documento que refute habladurías, veletas que giran con el viento de la posmodernidad… para contribuir, siempre con la verdad por delante, a frenar el caldo de cultivo de una generación de ovejas". “Que este curso ayude, entre otras cosas, a sembrar en cada uno de vosotros, futuros historiadores, la recuperación de la visión panorámica de la Historia frente a la tiranía del presente y el cortoplacismo, y no perder nunca de vista su importante función de ciencia social crítica, al decir de  Julián Casanova. Porque si algo tiene el historiador, es que no hay historia definitiva, que esta, como cualquier otra ciencia, está siempre en construcción, que su metodología será siempre selectiva y que no puede tener la veleidad de establecer verdades absolutas, porque si bien la opinión es libre, los hechos son sagrados, como indicaba Reig Tapia.

El director de las Jornadas, profesor doctor Julio Prada, profesor tutor de UNED Ourense y profesor de la Uvigo, presentó el programa remontándose a los orígenes de la historia social  en el XIX y cómo aquella corriente chocaba con la Academia. Citó a los padres de la historia social en 1929, Lucien Febvre y Marc Bloch con la llamada Escuela de los Annales, que es una corriente historiográfica fundada por ambos autores y que dominó en buena parte la historiografía francesa del siglo XX y tuvo no poca difusión en el mundo occidental. Esta corriente lleva tal denominación debido a la revista francesa Annales d'histoire économique et sociale, que posteriormente se denominó  Annales. Economies, sociétés, civilisations, para, en el año 1994, ser denominada  como Annales. Histoire, Sciences sociales, en cuyas páginas se publicaron sus planteamientos. “No é a nosa intención explorar en pofundidade esta relación entre a Historia e a Socioloxía, Se pretende repasar algunas dess achegas desta historia social. Así presentaranse enfoques sociolóxicos para logo ver exemplos na mocidade católica, no exército a na infancia”.

Enlace para ver la inauguración

El primer ponente fue el profesor doctor Domingo Rodríguez Teijeiro, profesor tutor de UNED Ourense y profesor de la Uvigo. Con el título: De giros y retornos. Aproximación a una historia de la Historia Social, el ponente trazó un rápido recorrido por la historia de la historia social, que es prácticamente un recorrido por la corriente principal de la historiografía a lo largo del siglo XX y las dos primeras décadas del siglo XXI. “La historia social surge a partir del impacto que tienen las transformaciones sociales producto de los procesos de industrialización y urbanización que se viven en las últimas décadas del siglo XIX. Se trata de un primer `giro´ que pone en cuestión la historiografía de matriz rankeana, que comienza a difundirse en las primeras décadas del s. XX, reclamando una mayor atención al contexto social del desarrollo histórico; lo que llevará a muchos historiadores a acercase a la historia económica, cultural y social”.

Esta forma de hacer historia, añadió Rodríguez Teijeiro, se hizo dominante durante las dos décadas posteriores a la segunda guerra mundial. “La intención era hacer de la historia una ciencia rigurosa. Se pueden distinguir cuatro formas de entender la historia como ciencia social: ciencias sociales históricas estadounidenses, Annales, Escuela de Bielefeld y marxismos. Democratización de la historia que introduce segmentos más amplios de la población y desplazamiento de lo político hacia la sociedad; basadas en el principio de causalidad y en el paradigma cuantitativo”.

Desde mediados los sesenta esta forma de hacer historia comienza a ser contestada. Se multiplica el objeto de análisis histórico y se cuestiona la posibilidad de una explicación científica sobre el cambio en el pasado. Retornan la narrativa y el sujeto, las mentalidades se convierten en el tema central para Annales, los historiadores marxistas italianos se acercan a la microhistoria y, cada vez más, la cultura se convierte en elemento privilegiado para el análisis social”, expuso el primer ponente.

A finales de los 80 se daba por constituida una “nueva historia social” de matriz culturalista, cuya intención declarada no era explicar, sino interpretar. “Los estudios históricos pasan del estudio de la sociedad al de la cultura y se aplican nuevos métodos para acercarse a los dispositivos culturales, simbólicos y mentales. Sobre este enfoque cultural inciden también las consecuencias del giro lingüístico que, en su interpretación extrema, ponen en cuestión la posibilidad misma de la historiografía”, señaló Teijeiro.

Desde mediados los años 90 se asiste a un nuevo giro con la intención de escapar de las consecuencias más graves del enfoque cultural y lingüístico, en especial del relativismo extremo y el papel autónomo de la cultura. De modo que en las últimas décadas, entre otras cosas, se recupera lo social como categoría analítica, prestando mayor atención a las realidades no discursivas, revitalizando así lo material y la causación social; cambia la consideración de la cultura, que comienza a ser vista como una esfera de actividades prácticas, como un repertorio de competencias o estrategias; las aproximaciones transnacionales ganan terreno y, en cierto modo, retornan las grandes narrativas y la política, el enfoque social de la política, cobra nuevo dinamismo.

Aplicación de la historia social: las juventudes católicas

Por su parte, el profesor doctor José Ramón Rodríguez Lago, hizo un análisis de la trayectoria histórica del concepto de la juventud, de los movimientos y organizaciones asociados con ella, y de los surgidos en el seno de la Iglesia católica o inspirados por sus fieles. Es, dijo “un análisis de largo recorrido que nos llevará a través de una extensa y compleja historia de unos 150 años. Explicar la trayectoria de las organizaciones juveniles católicas en la Edad Contemporánea, exige comprender previamente el contexto en el que estas se enmarcan, adentrándose en las claves que permiten explicar un concepto típicamente contemporáneo”. El ponente partió de un estudio “que pretende conjugar la clave temporal, con sus dimensiones sociales, políticas y también generacionales, con la clave espacial, atendiendo a lo transnacional, lo estatal, lo nacional, lo regional, o lo local; pero también a las claves de género y su identificación con unos roles y valores asociados. Un concepto complejo, sometido a los vaivenes de la Edad Contemporánea, que no solo lo vio nacer, sino que le otorgó durante un tiempo una aureola mítica”.

Extendido el paradigma del progreso y de la revolución, la juventud pasó a adquirir así un componente heroico, asociado con lo nuevo y regenerado (por lo tanto, lo joven), frente a lo viejo y degenerado (la tradición condenada a desaparecer). Se desarrollaron así las teorías generacionales que desde principios del siglo XX hasta la fecha han venido sirviendo para legitimar los más variados relatos sociológicos, políticos o mercantiles. Añadió Rodríguez Lago que  la lucha por el control, la organización y la movilización de la juventud se planteó así como una verdadera guerra cultural por el futuro, entre diversas perspectivas ideológicas. Una guerra que contó con tres escenarios privilegiados: la acción desarrollada en la escuela como forjadora de los principios y las virtudes de la buena juventud,  las actividades de tiempo libre como forjadoras del cuerpo y el espíritu, y la acción política en una sociedad de masas, para el aprendizaje democrático, revolucionario o reaccionario, que sumaban a la propaganda la de la experiencia iniciática con una violencia regeneradora y, en ocasiones, sagrada”.

Nos dice el doctor Rodríguez Lago que las organizaciones juveniles católicas surgieron inicialmente en las esferas burguesas y en espacios urbanos sometidos a los retos de una progresiva industrialización y democratización. “El progreso de la educación pública en manos de un Estado que se presumía laico potenciaría además la constitución de numerosas escuelas privadas católicas, en manos de congregaciones religiosas centradas específicamente por primera vez en la historia en las labores educativas. Escuelas y colegios que constituirán sus propias organizaciones juveniles. Será así en Italia, en Francia,  o en ámbitos de predomino protestante como Suiza, el Reino Unido o los Estados Unidos, donde avanzarían con mayor fuerza los postulados laicos, donde se desarrollase con más vigor tales organizaciones”. Al mismo tiempo, el proceso de centralización o romanización eclesial para hacer frente al progreso de unos Estados-Nacionales que aspiraban a construir y controlar sus propias Iglesias, provocó que el papado viese en el control, la supervisión y la promoción de tales organizaciones juveniles una herramienta útil para defender  sus principios e intereses.

Época dorada

El período de entreguerras fue sin duda la edad dorada del movimiento juvenil, pero ofreció además en el ámbito católico algunas características propias. “Por una parte, la Iglesia católica se incorpora rápidamente al activismo internacionalista desatado tras la creación de la Sociedad de Naciones y funda en 1921 la organización internacional de Estudiantes Católicos, Pax Romana; por otra, la cuestión obrera y el auge de los movimientos juveniles asociados con las doctrinas totalitarias (tanto del comunismo como el fascismo) contribuyen a la creación de una alternativa católica que conjuga la organización general de las juventudes parroquiales (Acción Católica General, siguiendo el modelo norteamericano o el italiano), con ramas especializadas por ambientes, como la Juventud Católica Obrera o la Estudiantil. Como consecuencia del ascenso de la Alemania nazi, se observa una aproximación de las posiciones vaticanas al modelo organizativo extendido entre los católicos de Francia, el Reino Unido y los Estados Unidos. Tras la guerra, las organizaciones juveniles católicas se ponen muy pronto al servicio del relato de la Guerra Fría y el anticomunismo”.

Los pontificados de Juan XXIII y Pablo VI suponen un período de renovación eclesial que promociona la cooperación con otras corrientes religiosas (ecumenismo) e ideológicas. La atención apuesta en las cuestiones sociales y en el proceso descolonizador, favorece el diálogo con las corrientes marxistas y nacionalistas. “En 1968 la Conferencia de Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín consagró la corriente de la Teología de la Liberación, convertida en referente de transformación eclesial para toda una generación. En España, esos mismos años se identifican con unas organizaciones juveniles católicas que se convierten en oposición al régimen franquista. Sin embargo, el pontificado de Juan Pablo II marcó un nuevo giro en la política vaticana, volcada hacia parámetros mucho más conservadores. Las organizaciones juveniles fueron tachadas entonces de sospechosas y se apostó en su lugar por los denominados  nuevos movimientos católicos, más relacionados con los valores familiares y tradicionales. La España democrática se convirtió así en un privilegiado campo de experimentación para combatir el proceso de secularización, abogando por el relato de la lucha contra el laicismo y la misión de una nueva evangelización para América y Europa”, manifestó Rodríguez Lago.

 

Las jornadas pueden seguirse pinchando aquí:

Intervención de Domingo Rodríguez Teijeiro

Intervención de José Ramón Rodríguez Lago:

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